Como aquel espectador que se deja hipnotizar por el mago de sombrero de copa que hay encima del escenario iluminado... me quedé en trance. Metida en otro universo. Un mundo paralelo, distinto y tan alejado del otro, como cerca de mi mente. Se oían voces ¡no! solo una, la mía. Esta, entre el alboroto de mi cabeza, dejaba entender ideas que se contradecían entre ellas, extensos conceptos, errores irremediables, definiciones inventadas y alguna que otra palabra sin sentido en un idioma desconocido. Estos pensamientos iban repitiéndose cada vez con un tono más fuerte, hasta mellar en lo más profundo de mi subconsciente.
El ruido era insoportable, ¡peor que la sirena de veinte ambulancias junto a siete lloronas criaturas recién nacidas! No comprendía como era posible tanto caos y desorden en tan poco espacio... ¡Quería huir de aquel lugar! ¡Tanto pensar producía dolores de cabeza! Pero... ¿Como huir de tu propia mente? ¿Del ruido de tus pensamientos? El cerebro nunca deja de funcionar... La única manera de deshacerme de él era volver al punto de partida. Y cuando iba camino de la ignorancia, un chasquido de dedos sonó. Entonces me percate que el alboroto se había convertido en calma mágicamente. Y pude escuchar el silencio, con la mente totalmente en blanco.
Así, dándome cuenta que hay momentos en que uno necesita descansar y dejar de pensar tanto, si no quiere perderse entre el ruido de su mente desordenada.