lunes, 25 de mayo de 2015

Perdimos la oportunidad


Como dos desconocidos, nos miramos a los ojos y solo vemos vacio. Ya no hay sentimientos que nos unan, somos indiferentes el uno para el otro. Negamos que hubo algún momento en que fuimos felices. Cerramos puertas a las soluciones y seguimos adelante como si nada hubiera sucedido. 
El uno por el otro perdimos la cabeza e, incluso, los nervios. Únicamente, durante un breve periodo de tiempo. Al recapacitar, vimos que tanto orgullo nos haría daño y que la empatía se había perdido por el camino. Ninguno de nosotros hizo un paso al frente y admitió sus equivocaciones. Tal vez, porque esperábamos que el primer paso lo hiciera el otro. O, tal vez, porque la cobardía combinada con la tozudez nos lo impidió a ambos. Hecho que provocó que nuestra última respuesta fuera: ADIÓS.


jueves, 21 de mayo de 2015

Don't wait any longer, start now!


Impotencia


Crecimos inocentes, rodeados de falsas esperanzas sin pies, ni cabeza. Nos creímos todas aquellas aventuras de caballeros que buscan doncella, todas las películas Disney habidas y por haber, y todas las historias que nos contaban antes de ir a dormir. Felizmente ignorantes, vivimos la infancia más estereotipada de todas.  Nos taparon los ojos con un manto estampado de dibujos animados, los cuales siempre lucían sonrientes y coloridos.
Ahora, el viento ha levantado este manto y ha dejado ver a nuestros ojos. Los que, asombrados, han visto a la sociedad desnuda, con sus defectos e imperfecciones al aire. 
El dinero no sale de las paredes como nos muestran en “El Dorado”. Los malos de la películas no tienen porqué ser  siempre mujeres. De hecho, ahora, son políticos con dos dedos de frente y millones de euros escondidos en paraísos fiscales. Los animales no cantan, ni ayudan en las tareas del hogar. Aunque, hace falta destacar, que son más cívicos que algunas personas. Las mujeres no necesitamos ser rescatadas por príncipes azules, principalmente, por que este es un espécimen nunca visto. Las máquinas no funcionan por arte de magia, funcionan a base de destrozar el planeta. Y para terminar, no todas las historias tienen un final feliz.
La indignación que se siente ante estas situaciones es debida a la impotencia en la que nos encontramos. Estamos ante la catástrofe dispuestos a darlo todo para cambiar el mundo, pero no tenemos recursos. Podemos gritar, manifestarnos e, incluso, bombardear  las redes sociales con nuestras quejas. Pero los de arriba seguirán igual: darán falsas  soluciones, nos prometerán cambios y, luego, seguirán contando sus billetes sentados en butacas de cuero.
Desde pequeños soñamos en cuentos de hadas, cuentos maquillados con miles de mentidas asombrosas. Mentidas que ocultan la realidad de una sociedad manipulada y estereotipada. Mentidas que nos hacen ser impotentes a todo.