De entre el fango nace la flor que alimenta tus largas noches en vela, de
sus raíces brotan tus deseos más carnales y su aroma excita la totalidad de tus
sentidos. Aviva pasiones y tentaciones, placeres violentos. Los cuales,
únicamente, podrán ser saciados en una batalla de caricias y gemidos.
Una cruenta lucha alzada en un bosque de sabanas y almohadas, en la cual
sólo uno se mantendrá en vida. Lamentablemente, nadie asegura que vayas a ser
tú… Pues la malicia de aquella cautivadora flor es proporcional a su inmensa
belleza. La flor de carne y hueso, el ser humano.
Pozo de desesperaciones, fuente de vida y causante de muertes. Se alimenta
de miedos y, lentamente, se adentra en aquellas mentes desechas por un tiempo
de tormenta. ¡Hace acelerar el pulso y perder el aliento! Te seduce y se
apodera de tus inseguridades. No existe mayor placer en la tierra que dejarte
atrapar por ella, al igual que no existe mayor tortura.
Pues los placeres violentos que desencadena requieren consciencia, estado
inalcanzable cuando empieza a hervir la sangre. La locura y la lujuria te invaden,
haciendo que, tan solo, seas un cuerpo guiado por el instinto. Un cuerpo atraído
por pasiones imposibles… Un cuerpo sin ninguna lógica, enjaulado por la flor
más bella y cruel de todas.
La seductora humanidad.