Muchas veces los cambios atemorizan, te hacen pensar y dar conclusiones equivocadas. Siempre que aparece algo nuevo en nuestras vidas lo intentamos recibir con ilusión. Pero a medida que va avanzando, las dudas avanzan con él y con ellas las preguntas. ¿Qué va a pasar luego? ¿Y sí no funciona? ... siempre igual.
No es que seamos cobardes por no salir de nuestras rutinas, sino, es que somos vagos. Así es, somos vagos. Ya que por tanta pereza, ni tan solo somos capaces de intentar que estos cambios funcionen correctamente. Así, que en conclusión, los cambios no nos atemorizan. Lo que nos atemoriza es el esfuerzo que tenemos que hacer para aceptarlos.
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