Empezamos el verano de la manera más loca que supimos, sin saber que nos depararía el futuro. Confiamos los unos en los otros y llevamos a cabo nuestra idea. Creamos algo más que una obra de teatro llena de astronautas, princesas, bufones, mimos, "samurais", africanos, payasos, malabaristas, muñecos... ¡Creamos una gran familia! Una familia loca y traviesa pero, al fin y al cabo, una familia que nunca olvidaremos.
Aquellos caóticos días antes del estreno, ahora parecen mágicos...
Me gustaría volver a esos momentos en que cada uno de nosotros estaba estudiando su papel, haciendo los decorados o preparando los disfraces. Para que todo estuviera listo el día de nuestra primera actuación. En el que estábamos todos, es decir, cuarenta y dos personas, detrás de una carpa, con los nervios a flor de piel. Era una escena memorable, se veía el compañerismo en cada rincón. Que si: maquillando a los próximos, vistiendo a los siguientes, repasando el papel por última vez o ,simplemente, dando apoyo y ánimos al que en ese momento salia a escena.
Y eso no era lo mejor de todo... lo que superaba todas nuestras expectativas era ver las caras de felicidad de los niños cuando tu salias al escenario. Era ver cada sonrisa en toda esa multitud de espectadores. Era sentirse orgulloso del trabajo hecho y, así, tener ganas de seguir adelante.
Nos dejamos llevar por una idea poco fiable y ahora nuestras vidas no son, ni serán, nada sin ella. Porque el verano esta para arriesgarse y dejar la vergüenza atrás.
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