Te dí varias oportunidades, pero tu las desaprovechaste todas. Pensabas que yo seguía siendo aquella chica ingenua que se enrojecía cada vez que estabas cerca. Te equivocaste.
Mientras yo maduraba y me daba cuenta de todo lo que sucedía a mi alrededor... Tu seguías comportándote como un niño de cinco años: alardeando de tus triunfos y victorias, hablando más de lo que tocaba y compitiendo con el resto de "personajes de tu especie". Es decir, como la mayoría de hombres de este universo.
Pero, aunque siguieras siendo un infantil, yo confié en ti. Intenté hacerte ver que en la realidad hay que luchar y, por lo tanto, madurar. No lo entendiste y seguiste a tus anchas. Hasta que, sin darte cuenta, me hiciste daño. Un daño que ya no se podía remediar. El daño de entender que sin mi seguirías igual. Que yo y todo lo que habíamos sido juntos eramos insignificantes para ti. Solo fui un juguete más en tu colección. Ya no habría más oportunidades para ninguno de los dos... Nunca más.
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