jueves, 18 de junio de 2015

DISTRACCIONES

Propósitos, tareas y objetivos que no llegan a cumplirse. Tiempo desperdiciado sin motivo. Un camino que se aleja del éxito a cada paso. Me siento limitada como por cuatro paredes creadas con mis propias distracciones. Distracciones innecesarias, pero las cuales, sin saber como, acaban captando mi atención.

Siempre he querido triunfar, demostrar al mundo que mis ideas y mis palabras valían la pena. Pero el esfuerzo es demasiado grande. Me distraigo, me pierdo, limito e, incluso, hundo. ¿Qué puedo hacer entonces? 

No se puede vivir eternamente de un talento que no se trabaja... Tras un gran triunfador, siempre hay un gran esfuerzo. ¿O "El Quijote" se escribió de la noche a la mañana? ¿O la tragedia "Bodas de Sangre" se representó sin haber la leído anteriormente? ¿O, simplemente, a caso estas ideas salieron sin pensar?

Para conseguir lo que uno quiere, aveces, se deben dejar los obstáculos atrás. En mi caso las distracciones y la pereza, en el de cualquier otro... quien sabe. Lo único que puedo decir ahora mismo, con total seguridad, es que sin esfuerzo no hay victoria. Y... sí, sé que esta vida no todo es competir y ganar. Pero si nos rendimos, es posible que cualquier otro acabe siendo la persona que deberíamos haber sido nosotros. 

A partir de hoy, prometo que el ESFUERZO no va a volver a decaer hasta que cumpla mis propósitos, tareas y objetivos. ¡Ya basta de alejarme del éxito! Ya que el único motivo por el cual sigo como siempre, soy YO, no hay más culpables. 


VIVIR CON MIEDO ES MORIR EN VIDA

jueves, 11 de junio de 2015

¡Las mujeres somos fuertes, más de lo que muchos creen!

Porque no hay nada más bonito en este mundo que ser independiente: ¡Las mujeres sabemos cuidarnos solas! ¡Podemos ser fuertes y aparentar ser princesas a la vez! Pero, aún así: ¡No dependemos ni de caballeros, ni de dragones, ni de reyes! ¡Somos libres y autosuficientes! 
¡Basta de menos precios, de discriminaciones y de falsos estereotipos!

EN BUSCA DE UN CAMBIO


Entre tanto soñador y gente ilustre, allí estábamos nosotros. Con los pies en la tierra, la mente en el cielo y los sentimientos enredados. Buscando oportunidades desesperados, y todo y el resultado nulo, la esperanza no nos sobraba. Demasiadas ilusiones pasaban volando por nuestra cabeza alborotada, ninguna lograba aterrizar. Debido, obviamente, a la situación actual.
Una situación deplorable: acciones que caían al suelo, desapareciendo. Familias luchando por el pan de cada día, con todas sus fuerzas. Gente en el paro, buscando hasta el más mísero de los trabajos. Políticos sin escrúpulos, observadores del espectáculo.  Precios que subían y nóminas inversamente proporcionales. Cada día era y es una lucha constante. 
La sociedad se rige por los adinerados ignorantes, y los ilustres soñadores -a los que el dinero les manca- están sin oportunidades y, únicamente, con ESPERANZA.

miércoles, 3 de junio de 2015

Ella.

¿Ves aquella bella mujer?- dijo una muchacha a su amigo, mientras la observaban andar calle abajo con elegancia. Bueno... todo lo elegante que puede andar un mujer de, aproximadamente, unos ochenta años. Aparentemente, muy bien llevados, o maquillados.
¡Yo quiero envejecer así!- admiró la muchacha, a la vez que la cara de su amigo cambiaba, drásticamente, de parecer.  Los ojos se le salieron de las órbitas y su mandíbula casi tocó el suelo. Tras el impacto, el amigo se atrevió a decir: ¿Qué me estás contando? Esa, a la que tú llamas mujer, es una anciana. ¡No digas tonterías!
¡Pues esa mujer, a la que tú llamas anciana, me ha llamado la atención! Puede que sea por su forma de caminar, sin preocupaciones, o porque todavía con ochenta años se mantiene en pie...- dijo la muchacha enfurruñada a su amigo. Aquella mujer transmitía o, más bien, desprendía tranquilidad y sensatez. Los años habían pasado factura a su bello rostro, a sus manos ahora temblorosas, a su piel ya arrugada, a su cabello más débil y grisáceo por momentos, e, incluso, a sus cinco sentidos. Pero, sus ideas parecían seguir en buen estado, o eso creyó la muchacha.
¡Pero qué dices! Es una simple anciana de ochenta años, como tu abuela o la mía. Seguro que cocina grandes e interminables cocidos a sus nietos. Seguro hace sufrir a sus hijos repitiendo, día y noche, las mismas historias, de su juventud, que les contaba hace diez años. Y, ya para terminar, el colmo de los ancianos: seguro que padece una pequeña cleptomanía. Sí, esa extraña adicción que tienen los abuelos de coleccionar  bolsitas de azúcar de los bares, pañuelos sin usar o, simplemente, cualquier cosa pequeña que pongas a su alcance. ¡No fantasees con una anciana que ni conoces!- Replicó el amigo creyéndose superior ante la muchacha. Un hecho deplorable. Aunque, razón no le faltaba…
Realmente, aquella bella mujer, era una anciana. Sí, seguramente, hubiera sobrealimentado a sus nietos con cocido y hubiera aburrido a sus hijos con largas historias, si los hubiera tenido. Sí, padecía de una pequeña cleptomanía, pero no coleccionaba bolsitas de azúcar, ni pañuelos. Aquella hermosa dama, únicamente, coleccionaba, junto a la soledad, RABIA.
Sí, rabia acumulada tras años, rabia que ocultaba con buena cara, rabia que robaba de los malos momentos, rabia que ya quemaba.